«Tengo ganas de darte un izquierdazo para que te mueras»

Un medallista olímpico habla sobre su arresto

18 noviembre 2020, 12:44 | Kiryl Klimankóu, SPORT.TUT.BY
Source: Reuters via SPORT.TUT.BY

El medallista de plata de los Juegos Olímpicos de 2008 en decatlón Andréi Kráuchanka, que ha sido liberado hoy después de un arresto de diez días, habló sobre su detención y el tiempo que pasó en Zhódzina.


Salimos del McDonald’s de la calle de Maxim Tank, nos subimos al automóvil e intentamos alejarnos, pero las fuerzas de seguridad se levantaron de inmediato y nos sacaron del automóvil. Me pusieron unas ligaduras de plástico, empezaron a preguntarme nombres y luego me llevaron a un patio. Había un policía antidisturbios que me habló bastante bien, pero luego llegó otro corriendo desde algún lugar y le dio un cabezazo en la cara a mi amigo Pasha con todas sus fuerzas.

Yo estaba de pie mirando al suelo, levanté un poco la cabeza e inmediatamente recibí el mismo golpe en la sien, tras lo cual me gritó: «¿Qué estás haciendo, organismo?» Todo esto estuvo acompañado de constantes obscenidades. Le expliqué que acababa de salir del McDonald’s, y luego este policía antidisturbios amenazó a Pasha: «Tengo ganas de darte un izquierdazo para que te mueras, pero no me voy a ensuciar las manos». Nos trató con una crueldad inexplicable. Después de eso, me arrastraron a un autobús.

Allí, otro policía antidisturbios incluso intentó darnos un trato humano. Nos dejaba estirar las piernas, nos sujetaba en las curvas. Luego nos subieron a una GAZelle y nos llevaron al departamento de policía. Nos quedamos allí unas 14 o 15 horas de cara a la pared. Aproximadamente a las cuatro de la mañana nos enviaron a una celda, y media hora después fuimos trasladados a Zhódzina, después de habernos atado los pulgares con unas ligaduras de plástico. Y así nos llevaron allí con la cabeza mirando al suelo. Todos los furgones policiales tenían banderas blancas, rojas y blancas en el suelo.

En Zhódzina nos llevaron por un pasillo con una luz parpadeante, como en una película de terror. Así caminamos 50 o 60 metros en fila india, después de lo cual nos pusieron en cuclillas y nos obligaron a hacer sentadillas. El primer set fue de 150 veces. Luego me pusieron de nuevo en cuclillas. Después de eso, pasamos al siguiente corredor, donde nos vimos obligados a hacer más sentadillas. No recuerdo cuántas veces se repitió esto, pero en ese momento muchos ya estaban por los suelos. Sabes, para mí, que soy deportista profesional, fue muy difícil, y muchos simplemente no están preparados.

Entonces, a todos se les dijo que pusieran las manos sobre los hombros de la siguiente persona. Resulta que aquellos que todavía podían ponerse en cuclillas también tenían que levantar a una persona que ya no podía ponerse de pie. Tuvimos que arrastrarnos a cuatro patas hasta el piso donde estábamos registrados, eso fue lo más humillante.

¿Alguien te reconoció?

Sí, hubo una persona en el departamento de policía. Dijo que había visto los Juegos Olímpicos, se sorprendió de que hubiera acabado allí. Me aseguró que me absolverían, pero al final me dieron diez días. Aunque en cierto momento nos pusieron por separado. Probablemente estaban decidiendo qué hacer con nosotros. Luego me quitaron las ataduras basándose en el hecho de que soy una persona respetada. También querían tener una conversación ideológica conmigo, pero nunca se llevó a cabo, lo cual me alegra mucho. Ya había escuchado lo suficiente en ese momento.

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¿Cuándo te dieron de comer?

El lunes por primera vez. Alrededor de las siete de la tarde. Los colchones nos los dieron el miércoles por la noche. Al principio estábamos 20 en una celda. Luego nos repartieron en celdas de ocho. Después de eso, tres durmieron en el suelo, tres en un colchón y dos en literas, que estaban soldadas con esquinas y planchas de metal. Eran de puro estaño. Durante dos noches no dormí en absoluto.

A las ocho nos dieron cuatro tazas de té. La luz estaba encendida siempre. De seis a diez de la noche uno solo podía estar de pie o sentado en un banco.

El jueves nos dieron toallas, sábanas. Sé que me llevaron un paquete, pero no me lo entregaron. Por lo tanto, pasé los diez días con la misma ropa. Me llevaron a asearme por primera vez el viernes, pero no pude hacerlo, ya que no tenía cambio de muda.

¿Te reconocieron los presos?

Sí, muchos, sí. También me gustaría señalar que estuve allí con gente excelente. Conmigo había maestros, gerentes, ingenieros, artistas. Las personas más dignas del país. Como dice el refrán, si quieres ver a las mejores personas, ve a la cárcel.

El domingo, para apoyar la protesta, golpeamos las baterías al ritmo de «¡Viva Belarús!» ¡Eso me gustó!

¿Os llegaban de algún modo las noticias?

No, solo hoy me he enterado de la muerte de Ramán Bandarenka. ¡Qué horror! Pero esto solo aumenta nuestra ira y determinación.

Os liberaron varias horas antes de lo previsto. ¿Cómo os enterasteis de eso?

Simplemente nos dijeron por la mañana que nos preparáramos. Es extraño, porque el resto fue liberado exactamente en el momento de la detención. Probablemente supusieron que nos encontraríamos, porque ayer los guardias hablaron entre ellos de Ivan Ganin y de mí.

¿Es cierto que lo golpearon?

Sí, mientras estaba en cuclillas, sonrió, luego de lo cual un guardia lo golpeó en el estómago. Ivan ha tomado la postura de combate, pero se contuvo. Por supuesto, era desagradable, porque si se hubiera dado rienda suelta, habría mostrado su carácter.

En prisión, Vania leyó «El idiota» de Dostoievski, yo leí «Regalad amor» de Alexandra Románova.

La principal conclusión de estos días para mí es que todos se mantienen solidarios. Todos comprenden que están sucediendo cosas inaceptables, que esto ya no se puede aguantar. No he visto a una sola persona que renunciara a su opinión. La gente no pierde la fe.