La violencia no ha terminado

Los detenidos el 8 de noviembre relataron cómo fueron intimidados en los furgones, los departamentos policiales de los Distritos y los centros de detención

14 noviembre 2020, 16:01 | Adarya Gushtyn, TUT.BY
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El 8 de noviembre, más de mil personas fueron detenidas en Minsk. Fueron obligadas a permanecer durante horas con las manos en alto en la calle contra la pared, rociadas con gas, golpeadas y humilladas. Los testimonios recopilados por nosotros y los defensores de los derechos humanos de los detenidos, que recibieron multas y ya han salido en libertad, sugieren que el trato inhumano que sorprendió a Belarús inmediatamente después de las elecciones ha vuelto a los centros de prisión preventiva y a los departamentos policiales de los Distritos. En lo que se refiere a los sucesos de agosto, todavía no hay causas penales abiertas contra las fuerzas de seguridad.

El 8 de noviembre, una marcha dominical más tuvo lugar en Minsk, aunque es difícil llamarla una marcha completa: los participantes sólo pudieron reunirse brevemente en un grupo de varios miles, en su mayoría acumulados en pequeñas columnas dispersadas que pronto fueron detenidas por las fuerzas de seguridad. Además, las detenciones se prolongaron casi hasta la noche.

Logramos hablar con varias docenas de detenidos que, después de permanecer hasta tres días en los departamentos policiales y en centros de prisión preventiva, recibieron una multa en el juicio y salieron en libertad. En su mayoría son mujeres (por ley, las mujeres que tienen hijos menores de edad no pueden ser arrestadas por faltas administrativas). Si resumimos los testimonios, podemos concluir que las fuerzas de seguridad han vuelto a las detenciones severas, el trato inhumano de los detenidos, desde el traslado en un transporte especial hasta la retención en un centro de detención. Las personas fueron humilladas: recibieron gritos y amenazas, les retiraron los teléfonos para ver sus fotos y mensajes privados, fueron golpeadas, rociadas con gas, retenidas sin comida ni agua, transportadas en compartimentos llenos de vehículos especiales, mantenidas en celdas en cantidades claramente superiores a las normas. Entre las últimas «innovaciones», los detenidos fueron obligados a pasar por encima de una bandera blanca, roja y blanca. Quien se negaba corría el riesgo de ser golpeado.

A petición de los protagonistas, por razones de seguridad, no proporcionamos sus nombres, están en la redacción.

«No nos dieron nada de comer, a una mujer con diabetes le dieron un pedazo de pan»

«Me detuvieron cerca del Ayuntamiento, dice una mujer de 33 años. No ofrecí resistencia, fui tranquilamente a furgón. Ya había otras mujeres. Saqué el teléfono para llamar a mi esposo, pero me lo quitaron de las manos. Luego nos trasladaron dos veces a otro furgón. En la entrada había una bandera blanca, roja y blanca sobre la que había que caminar. No quería hacer esto y me agaché para empujarla con la mano; en ese momento un policía antidisturbios me lanzó a un «vaso» [celda unipersonal en el furgón – N. T.]. El «vaso» está diseñado para una persona, pero estábamos allí tres: yo, una mujer de 71 años y Volga Jizhynkova. Nos rociaron con gas en las celdas, aunque nadie se resistió ni dijo nada. En ese momento, trajeron a los hombres, los pusieron de rodillas y los golpearon, también los tiñeron con pintura y les mojaron el cabello. Nos llevaron a todos al departamento policial del Distrito Zavodski.

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Allí nos quedamos un tiempo contra la pared, y luego nos llevaron al salón de actos, eran aproximadamente las 16:00 horas. Estuve en el departamento policial hasta la una de la madrugada. Cuando, al inspeccionar, encontraron una bandera blanca, roja y blanca, una empleada joven la arrojó al suelo con disgusto, su colega con pasamontañas la pisoteó y, naturalmente, la bandera no se incluyó en el inventario de enseres personales. Me confiscaron el teléfono y todo el dinero. Pedí llamar a mi familia, pero no me lo permitieron. Mientras estaba en el departamento policial del Distrito, intentaron hacerme llegar unas cosas de fuera, pero los policías se negaron a tomarlas escudándose en el coronavirus. Nos llevaron al baño con bastante frecuencia, allí se podía beber agua del grifo. A la una de la mañana, 32 mujeres (muchas mayores de 50 años, la mayor tenía 71) fueron plantadas en una furgoneta y llevadas a Zhódzina. A nuestra llegada, esperamos una hora más en el patio de la prisión, ya que se juntaron muchos furgones.

Nos pusieron en fila. La primera fue una mujer de 50 años. En la entrada había otra bandera blanca, roja y blanca, y ella no la pisoteó. Luego, un joven empleado la golpeó en el pecho y la obligó a caminar sobre ella. Si trataron así a una mujer de 50 años, me horrorizaba pensar lo que podían hacer conmigo. Luego nos dijeron con palabrotas que nos alineáramos en una cadena, nos sentáramos en cuclillas y corriéramos como gansos. ‘A unas mujeres entre las que se encontraban jubiladas de 60 o 70 años! Si alguien se caía y no podía correr, los escoltas la empujaban y decían que el resto se arrastraría así. Todo ello acompañado de gritos y palabrotas.

Después de eso, tuvimos que bajar la cabeza hacia abajo, encogernos en un ángulo de 90 grados, echar los brazos hacia atrás, doblarlos detrás de la espalda… ¡Y correr así! Yo era la primera, se me salía el corazón del pecho, no veía dónde correr, ya que tenía la cabeza hacia abajo; así corrimos por los pasillos de la prisión a las cuatro de la mañana. Luego tuvimos que pasar por la parrilla, girar las palmas y levantar los brazos lo más alto posible. Luego nos desnudaron. En ese momento una mujer policía estaba cerca agitando una porra. Por su orden, teníamos que levantar el pecho, luego girarnos, luego mostrar el perineo. A las cinco de la mañana llegamos a la celda, donde al principio no se nos permitía ni siquiera sentarnos, teníamos que estar de pie con las manos detrás de la espalda y la cabeza hacia abajo. Luego nos permitieron dormir, pero no pudimos porque estábamos 23 personas en una celda de seis camas, no había colchones ni ropa de cama. Lo peor es que luego fue el turno de los hombres, y escuchamos cómo ya se burlaban de ellos: los obligaron a cantar el himno, los golpearon con porras… No nos dieron nada de comer en absoluto. Cuando una mujer de 61 años se desmayó, porque tenía diabetes, dimos golpes, pero solo llegaron una hora después y le dieron un pedazo de pan».

«Nos obligaron a avanzar como gansos, hacer sentadillas, correr hasta la celda»

«El 8 de noviembre, aproximadamente a las 12.30, fui «recibido» en la avenida Masherau cerca del Banco de desarrollo, dice un habitante de Minsk, cuyo nombre no mencionamos a petición suya. Caminaba sin objetos simbólicos, había poca gente en este momento. Una furgoneta se acercó, no había mucho lugar para huir, me llevaron de forma cortés, comenzaron a exigir que les diera el teléfono, se lo mostré, vieron un par de fotos de septiembre y los canales de Telegram, y luego hice varios transbordos a otros furgones. Allí vi a diferentes personas: golpeadas y no golpeadas, atadas y no atadas. No me ataron. Había un hombre creyente en el furgón, trató de hablar con las fuerzas de seguridad, citar hechos, pero era como hablar con una pared: inmediatamente se ve que están bien procesados por la propaganda.

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Me llevaron al departamento policial del Distrito Piershamaiski, donde nos sentamos en el gimnasio; no tocaron a nadie, podíamos ir al baño. Primero, tomaron los datos de todos, luego redactaron las actas. El policía que redactó la mía me permitió llamar y escribir a mi familia.

Más cerca de las 11 de la noche nos llevaron a Zhódzina, el furgón iba lleno: algunos estaban sentados en los bancos, otros en el suelo, cambiábamos periódicamente. Los escoltas no tocaban a nadie, daban agua a quien la necesitaba, abrían las ventanas. También colgaron un videograbador en el salón y nos dijeron que no dijéramos que algunos habían sido golpeados.

Y ahora el manicomio: nos dejaron en Zhódzina (aquí hay un centro de prisión preventiva y una cárcel. – Nota de TUT.BY). Me encontré con un par de tipos en el turno que hicieron que parte del camino a las celdas corriéramos como gansos en la posición de las sentadillas, un par de veces recibí golpes de porra en la rodilla. Llegamos a las celdas, luego todos a la parrilla, comenzamos a dar los datos, nos desnudamos en una oficina, luego tuvimos que sentarnos con los calzoncillos bajados hasta las rodillas en esta misma oficina. Además, en las celdas había 13 personas para seis camas, no nos dieron ropa de cama. Solo se abrió la puerta para ventilar ya llegada la tarde. Conmigo había personas de diferentes edades, profesiones, fue agradable estar con ellas, no todo era presión moral, pero era difícil darse cuenta de ello.

El segundo día, uno de los jefes entró en la celda, dijo: necesito a seis personas que estén de acuerdo con el acta, hoy se van a casa. No lo pensé mucho: todo me daba vueltas en la cabeza. Estuvo de acuerdo, el juicio duró un par de minutos, leyeron el acta y me advirtieron: la próxima vez me «enjuiciarían». Comenzaron a dejarnos salir, todo estaba tranquilo allí, no tocaron a nadie. Estaba hablando con unas chicas, dijeron que incluso una mujer de 60 años fue obligada a correr como un ganso. A la salida nos encontramos con unos desconocidos que nos dieron té caliente y galletas. Y nos llevaron a Minsk a casa. Muchas gracias a ellos y a todos los que nos apoyaron».

«El extranjero fue liberado bajo el llanto de una chica valiente, ella luchó por él con los antidisturbios»

«Me detuvieron y me llevaron primero al departamento policial del Distrito Maskouski, y luego a la calle Akréstsina, dice una habitante de Minsk. Hubo muchas humillaciones, pero para un adulto es soportable. Una pariente que fue detenida conmigo tuvo mucha menos suerte porque llegó a Zhódzina, donde los hombres fueron golpeados con especial brutalidad. Contó que ahora hay un nuevo «hallazgo creativo» en los furgones. Ponen banderas blancas, rojas y blancas en el suelo para que caminemos sobre ellas. En el primer vehículo había un extranjero asustado sentado frente a mí. Al parecer, sin ningún conocimiento del idioma. Estaba en calzoncillos deportivos, con los ojos abiertos como platos, como si quisiera decir: «¡Aquí estaba corriendo en el centro de Europa a plena luz del día!».

Fue inmediatamente liberado bajo el llanto de una joven que luchó valientemente por él con los antidisturbios. Justo cuando nos íbamos, golpearon a un chico por tener una pegatina y un puntero láser. A esos los marcaban con pintura inmediatamente Sé que luego le cortaron el pelo a uno de los que estaban marcados.

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En nuestro furgón hubo un incendio de camino al departamento policial del Distrito y el humo comenzó a llenar el espacio mínimo de la celda instantáneamente a través de las grietas. Allí había seis hermosas chicas sentadas, de pie, colgando. Honestamente, el miedo animal nos dominó aquí, sabíamos que no habría ningún héroe para salvarnos. El fuego surgió de un teléfono que estalló por un antiséptico y, después de un tiempo, cuando nos oyeron toser, se nos abrió la puerta para ventilar.

Más tarde, ya por la mañana, nos llevaron a Zhódzina en los mismos «vasos». Cuando en un «vaso» doble (que es de un tamaño de aproximadamente 70×100 cm) están cinco personas y no sabes dónde están tus manos y pies, y la idea de que te espera un viaje largo así… Pero lo toleramos, es nuestra contribución. En el salón de actos del departamento policial del Distrito se reunieron 120 personas. ¡Aproximadamente la mitad de ellos eran mujeres, y la mayor tenía 73 años! Los empleados no hicieron ni un gesto, salvo cuando pedíamos agua: «¡Ese es vuestro problema!» Nos aguantamos, esa es nuestra contribución.

El turno de noche en Zhódzina nos recibió con dureza: nos gritaron, humillaron, insultaron. Estaba preparada internamente para esto, aunque eso de las «manos detrás de la espalda, cabeza abajo» no es fácil de soportar psicológicamente. Todos se alinearon en una cadena y fueron conducidos a través de largos pasillos en cuclillas hasta las cámaras. Después de una inspección personal, los hombres estuvieron corriendo en calzoncillos por el pasillo durante varias horas, los obligaron a gatear, saltar… todo esto acompañado de golpes. Sí, tienen ese concepto: humillar a una persona, hacer que experimente la mayor incomodidad posible.

A la mañana siguiente llegó otra guardia, nos llamaron «chicas» y eso fortaleció el espíritu. En general, ¡nuestras chicas no derramaron ni una sola lágrima! Éramos 24 personas en una celda para seis, como en un autobús en hora punta. Sí, sin aire, sin comida, con un dolor de cabeza espeluznante. ¡Pero no había ni una sola llorona, ni una boquilla y ni una lágrima!

Lo soportamos todo, esta es nuestra contribución. Honestamente, la idea de quedarnos más días era muy deprimente, pero me alejé de todo el desaliento y pensé en nuestros presos políticos.

Ya de pie con las cosas, esperando el juicio, en la celda entreabierta vimos a nuestros hombres, ligeramente golpeados, abollados, pero con luz en los ojos. ¡Nos hicieron gestos de corazones y victoria! Y les respondimos con lo mismo. Un agradecimiento especial a los conductores que tocaron la vocina a los furgones. No tienen ni idea de lo que nos animó».

«Nos transportaban en «vasos» de hierro como trozos de carne»

«El 8 de noviembre nos rodearon en el área de la Estela, allí se reunieron muchas furgonetas, furgones. Las fuerzas de seguridad estaban llenas de adrenalina, recuerda una de las detenidas. Primero arrastraron a todos los hombres de diferentes edades, desde jóvenes hasta jubilados. Luego se enfrentaron a las mujeres: las detenciones fueron duras, las personas fueron golpeadas, rociadas con gas. Al salir de ese lugar, fui a la avenida de la Independencia, donde mi esposo me esperaba. Por el camino me encontré a Nina Bagínskaya y la acompañé un tiempo como parte de un grupo de 20 o 30 mujeres. Nos detuvieron cerca de la redacción del periódico «Minsk vespertino» con algunas transeúntes accidentales: en total, 25 mujeres. Fuimos llevadas al departamento policial del Distrito Piershamaiski. Había una mujer muy golpeada conmigo que lloraba y pedía una ambulancia. La ambulancia la llevó del departamento policial del Distrito al hospital. En el patio, otra mujer fue sacada de la furgoneta y golpeada con porras y puños por negarse a poner la cara en el capó, le rompieron las gafas.

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Hasta las cuatro de madrugada, nos tuvieron en el gimnasio. Había hombres dentro. Una ambulancia se llevó a uno de ellos. Después de un tiempo, fue devuelto, aunque estaba enfermo. Luego llegué al centro de prisión preventiva de la calle Akréstsina. Evité el arresto solo porque tengo un hijo. Y lo peor: nos transportaron en «vasos» de hierro, como trozos de carne: los llenaron de personas, nos sentíamos mal, nos insultaron, es muy aterrador. Los suelos de los furgones están cubiertos con banderas blancas, rojas y blancas. Nos trataban como si fuéramos ganado, con la excepción de algunos empleados, también hay gente simpática entre ellos. Estoy conmocionada por lo que está pasando. Pero lo que más me preocupa es la gente que está bajo arresto en este momento. Están asustados, deprimidos, y solo piensan en que su sacrificio valga la pena».

«Un chico después de los pasillos de Zhódzina no podía estar de pie, tenía todas las piernas golpeadas»

«Estaba grabando en el móvil cómo arrestaban a un chico, y un policía antidisturbios se me acercó, me llevó al furgón, dice una chica detenida el 8 de noviembre cerca de la Estela. Allí vio mi video, entro al Telegram. No encontró nada interesante, excepto «Belsat», por lo que me pareció. Pero mi madre está grabada como «Anarquía» en mi móvil. Lo vio, su comandante entró en la furgoneta. Comencé a explicar que así es como tenía apuntada a mi madre, pero inmediatamente me golpeó en la cabeza con todas sus fuerzas. Tenía miedo de que fueran a golpearme más, pero me retorcieron y rápidamente me llevaron a un furgón. Gracias a Dios, no me marcaron con pintura. Luego àsé el procedimiento estándar en el departamento policial del Distrito Central. Después de redactar las actas, todos fuimos llevados al Departamento de investigación criminal, nos tomaron declaraciones para un caso criminal, uno de los empleados volvió a fotografiar a todos con su móvil.

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Luego nos llevaron a Zhódzina. En mi vehículo la gente no fue golpeada, pero las chicas que trajeron después de nosotros dijeron que, en su furgón, los chicos fueron golpeados por el camino.

No nos trataron mal, nos pusieron en una celda con un inodoro, no nos prohibieron sentarnos en las literas durante el día. Pero no nos alimentaron en absoluto, dijeron, solo después del juicio. Y comenzaron a juzgar cerca de la cena del lunes. Pero gritaban a los chicos constantemente con palabrotas, los perseguían con porras. En cada celda de seis plazas había 24 personas. Después del juicio con nosotras, las chicas, liberaron a un chico que, después de los pasillos de Zhódzina, simplemente no podía estar de pie: tenía todas las piernas golpeadas, no escuchaba por un oído. Se lo llevaron los voluntarios, no sé qué fue de él después».