Trauma craneocerebral, contusión cerebral, fractura de la nariz

Relato de un estudiante que fue hostigado por negarse a desbloquear su móvil

16 septiembre 2020 | NashaNiva

Un estudiante de un Centro docente superior de Minsk de 21 años de edad fue detenido cruelmente  la tarde del 12 de septiembre cerca del metro «Ploshcha Pieramogi» de Minsk. Su detención fue registrada por las cámaras del periódico «Nasha Niva» y del portal TUT.BY. Tras un viaje en una «furgoneta sin matrícula» con gente vestida de un uniforme de color aceitunado, el joven fue ingresado en un hospital donde fue diagnosticado de trauma craneocerebral, contusión cerebral de gravedad media, fractura de la nariz y múltiples hematomas en el cuerpo. El estudiante de Minsk confesó a spring96.org lo que había pasado tras su detención en la «Plosha Peramogi» y antes de ser ingresado en el hospital.

Source: Nasha Niva

«Lo sabemos todo sobre ti, eres un coordinador de Polonia»

«Aproximadamente a las cinco y media estaba cerca del metro revisando el mapa en el teléfono, ya que quería visitar a unos amigos. En aquel momento había muchos periodistas alrededor. Como supe después, en la ciudad en ese momento había terminado la Marcha. Apenas levanté la cabeza, se me acercaron corriendo unas personas vestidas con un uniforme aceitunado y pasamontañas y me dieron un golpe en la nariz. Me llevaron a una furgoneta sin matrícula con la nariz rota, estaba sangrando.»

Source: Nasha Niva

Me colocaron en el suelo de la furgoneta y empezaron a pegarme patadas. Enseguida me pegaron en la cara. También me pegaban puñetazos. Me dijeron: «Ya lo sabemos todo sobre ti, eres un coordinador de Polonia». Decían frases genéricas. Era evidente que estaban intentando intimidarme. No decían nada en concreto, decían que llevaban husmeando detrás de mí mucho tiempo. Exigían que confesara algo. Intentaban intimidarme psicológicamente. Y me pegaban en las piernas, en la cara, en la cabeza, en la espalda. Aunque no me acuerdo de cómo me pegaban en la espalda, lo sé por los hematomas que encontré después. Claro, no lo sentía por el dolor y el susto.

En la furgoneta me colocaron en el suelo entre los asientos. Era el único detenido con cinco policías. Apagué el teléfono que tenía en la mano derecha y lo tiré debajo de los asientos. Ellos lo encontraron y comentaron: «Anda, menudo lagarto, pensaba que no lo encontraríamos», y me pegaron de nuevo. Dijeron que «estoy bien preparado» al ver que el teléfono estaba apagado. Después empezaron a sacarme la contraseña. Y amenazando, intimidando. No se la dije. Y me dijeron que era «un drogadicto bajo los efectos de sustancias narcóticas». Me pegaban todo el tiempo, gritaba por el dolor, intentaron romperme el pie. Intentaban desbloquear el teléfono con mi huella dactilar. Metían el dedo en la parte metálica de la funda del teléfono para fijar el teléfono en el imán del coche. Cuando entendieron que no era el «escáner de dedos», empezaron a meter mis dedos en la cámara.

«Otros policías empezaron a quitarme el pantalón y los calzoncillos»

Después el «jefe», que estaba sentado delante, sacó la porra y dijo: «¿Sabes dónde te la meteremos si no nos dices la contraseña? En la garganta, y te violamos. Bueno, chicos, empecemos». En aquel momento, otros policías empezaron a quitarme el pantalón y los calzoncillos. Yo me resistía como podía. Esperaba que me dejaran en paz. Así fue. Terminaron simplemente intimidándome. Tenía miedo y era desagradable, pero yo intenté dominarme lo máximo posible en aquella situación.

Me amenazaban con un pleito criminal que acabaría con una pena de cinco años. Me preguntaron: «¿Qué? ¿Acaso vivías mal antes?» Yo intentaba persuadirles de que no participaba en los mítines, no gritaba ningún lema, lo que puede ser probado por el lugar donde fui detenido. Pero cuantos más argumentos utilizaba para probar mi inocencia, más se enfurecían y más me pegaban.

En un momento me pusieron unos tirantes y los apretaban cada vez más. Me sentía mal por tantos golpes. En la furgoneta ya había perdido la consciencia o estaba muy cerca de eso. Me echaron agua. Escuché: «Chicos, no le peguéis, esperad». Quizás tengan algunos límites. Aunque no estoy seguro si se puede definir aquello como «límites» dado mi diagnóstico y otras historias de secuestros. No se puede definir de otro modo que no sea secuestro, una violación tan cruel de los derechos humanos.

En un momento habíamos parado. Escuché: «Chicos, limpiadle». Todo el tiempo estaba sangrando por la nariz. Me limpiaron la sangre con mi chaqueta, me echaban agua. Después me sentaron en el estribo de la furgoneta. Entonces se me acercó un empleado con una cámara y empezó a interrogarme: «¿Qué coordinabas? ¡Confiesa!» Le contesté que no coordinaba nada, simplemente paseaba.

Así quedó la chaqueta del estudiante después de su detención el 12 de septiembre.
Source: Nasha Niva

«Y vamos a dejarte estéril»

Después volvimos al coche y de nuevo me llevaron por la ciudad. El conductor me dijo: «¿Entiendes que podemos estar dando vueltas cuanto nos dé la gana?» Y seguían hostigándome y amenazándome. Por ejemplo, me dijeron: «Los monstruos como tú después vais a matar a nuestros hijos». Se quejaban de que estaban bajo presión.

En un momento intenté hablar con ellos y todos me contestaban de la misma manera: «¿Estarás grabándonos, hijop*ta?» Empezaron a pegarme, a desnudarme y buscar un micrófono con el cual, según pensaban, les estaba grabando. Dijeron que si les había grabado, me encontrarían. Tienen mucho miedo de que se les grabe.

Estaban leyendo las noticias en el teléfono, las discutían y se burlaban: «Oíd, chicos, tenemos una semana para retirarnos de las fuerzas de seguridad, o acabarán con nosotros». Todos se echaron a reír. Parece que creen en la propaganda estatal sobre los «coordinadores de Lituania y Polonia».

Me preguntaron si tenía novia. Y les dije que no, empezaron a llamarme «de tracción trasera» [uno de los apodos despectivos de los homosexuales en Belarús, comentario de la traductora]. Y de nuevo me amenazaron con violarme. Dijeron: «¡Vamos a dejarte estéril!» Empezaron a pegarme, menos mal que no fue ahí.

Tenía un reloj electrónico Samsung. Los policías me lo quitaron y empezaron a revisar los contactos. Preguntaron por algunos contactos, por qué los tenía grabados de esa manera. Cuando vieron el número de teléfono de un abogado, me echaron en cara que «estoy bien preparado para esto, soy coordinador».

Source: Nasha Niva

«Si no nos dices la contraseña, no sales de aquí»

Me trajeron al Departamento del Interior del distrito «Piershamaiski». Cuando entraba en el edificio cojeaba porque los policías me lastimaron el pie. Ellos me gritaban que no cojeara. Los policías me dijeron que me caí sólo cuando me detenían. En la oficina preguntaron a los policías si me resistía y les contestaron que yo me había caído solo.

Los policías del Departamento del Interior también me amenazaron. Uno dijo: «Bueno, chicos, ¿no os dice la contraseña del teléfono? ¿Y la porra no sirve de ayuda? Bueno, pues con un soldador en el culo nos ayudará». En el Departamento del Interior los policías son más cuidadosos al actuar. Puede ser, por las cámaras. Me amenazaban susurrándome al oído. Por ejemplo: «Si no nos dices la contraseña, de aquí no sales». Y varias veces me pisaron los pies. Pero cuando me cogieron del pelo y empezaron a pegarme contra el suelo, paraban uno a otro: «Tranquilo, aquí no le pegues».

Cuando llamaban por teléfono al policía de guardia, parece ser, preguntando si habían traído a alguien a este Departamento, este contestaba: «Aquí no han traído a nadie, no tenemos a nadie». Y eso que ya habían dos chicas allí a las que también acusaban de haber participado en el mitin. Pero los policías no las tocaban, al revés, bromeaban y coqueteaban con ellas.

Uno de los policías que me acompañó al váter, me preguntó: «¿Te han metido alguna vez la cabeza en el inodoro? ¿Quieres probar?» Me apretaron las manos con los tirantes tan fuerte que incluso no pude hacer un «barquillo» con las palmas para lavarme. No podía acercar las manos bien, el agua se me salía. Me limpiaron con la capucha de mi chaqueta. Y continuaban intimidándome todo el tiempo. Les pedía que llamaran a un médico, me quejaba constantemente de que me sentía mal. Y me contestaban: «Dinos la contraseña y llamamos al médico». Jugaban a «poli bueno y poli malo», incluso podía ser el mismo policía, primero me pegaba y luego me tranquilizaba diciéndome que todo saldría bien.

Así ingresó el estudiante al hospital.
Source: Nasha Niva

«Me devolvían el sentido con unos antisépticos»

Mientras los policías antidisturbios me pegaban, me amenazaban, me pisaban los pies, me tiraban del pelo, los policías del Departamento del Interior «Piershamaiski» ni me miraban, ni se me acercaron. Simplemente no hacían nada. 

En el Departamento del Interior los antidisturbios y los policías del departamento intentaban enterarse de la contraseña de mi móvil. Sonaban frases como: «Tenemos unos hackers muy buenos, ellos van a hakearlo igualmente. Así que dínosla tú por propia voluntad o todo irá a peor».

Los antidisturbios estaban discutiendo si podían incriminarme con el artículo 205 del Código Penal («Hurto»), como si yo le hubiera robado a uno de ellos mi propio teléfono móvil y mi reloj electrónico, y si no les decía la contraseña, sería porque el teléfono no era mío. Puede ser que estuvieran bromeando, pero a mí no me parecía nada chistoso. Dijeron que estaba drogado, que era un drogadicto y estaba bebido. 

«Pidieron que la ambulancia viniera cuanto antes con sirena»

Cuando los antidisturbios se iban del Departamento del Interior, dijeron a los policías que no llamaran la ambulancia, que estaba fingiendo. Me devolvían el sentido con antisépticos: me pulverizaban las manos, un algodón y las sienes. En la furgoneta y en la oficina policial también me presionaban la mandíbula para que recobrara la conciencia. En el Departamento del Interior me trajeron una bufanda empapada de algo y dijeron: «Inspira-inspira». Pero cada vez entendía menos de lo que me decín. Y llamaron la ambulancia cuando se dieron cuenta de que apenas podía seguir sentado en la silla, me estaba cayendo.

Pidieron que la ambulancia viniera cuanto antes con sirena y, mientras tanto, me sostenían para que no me cayera. Cuando llamaron la ambulancia me colocaron en el suelo y observaron que no me pasara nada.

Cuando vino la ambulancia, los policías se interesaron por si no estaba fingiendo. Y los médicos dijeron que tenían que llevarme. Los policías intentaron contactar por teléfono con el jefe para preguntarle si tenían que retirarme el teléfono. Después dijeron que, si no les decía la contraseña, tendría que volver al mismo Departamento. Pero ya no tenía fuerzas para contestar, simplemente estaba tumbado casi sin sentido. Por fin, me tiraron mi mochila rota empapada de sangre y el teléfono».

Source: Nasha Niva

El joven sigue ingresado en el hospital. Los médicos le diagnosticaron un trauma craneocerebral, contusión cerebral de gravedad media, fractura de la nariz y múltiples hematomas y heridas en el cuerpo.