«Si te encontramos en los próximos cinco minutos, reza»

La historia de Aliaksei, un observador en las elecciones presidenciales

15 marzo 2021 | BELSAT
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Aliaksei acudió a las urnas como observador y, tras registrar varias violaciones, acudió a la comisión territorial del distrito Savetski de Minsk con varios colegas. La policía se los llevó del pórtico de la administración: atraparon a quienes pudieron. Aliaksei se quedó atónito, les dijo que iba a presentar una denuncia, pero a las fuerzas de seguridad no les importó.

Aliaksei se dio cuenta en el departamento de policía del distrito Savetski de que algo estaba sucediendo en la ciudad, ya que todo el tiempo se iban formando grupos y los oficiales de seguridad salían constantemente. Un policía que no entró en uno de los grupo incluso se molestó: «Es una lástima, tenía muchas ganas de pelea». A Aliaksei y los otros detenidos los custodiaban cadetes y, pasado un tiempo, la policía antidisturbios trajo a un nuevo grupo de personas. Las arrojaron al suelo a los pies de Aliaksei. A uno de los nuevos detenidos le lanzaron unos zapatos blancos con las palabras: «Toma, te van a hacer falta unas zapatillas blancas».

Aliaksei pensó hasta el último momento que serían liberados después de que se redactaran las actas. Pero, después de dos horas de estar de pie, llegaron los antidisturbios, les ataron las manos con esposas de plástico y se los llevaron a un vehículo. El joven conoce bien la ciudad y, aunque solo vio el suelo del automóvil, se dio cuenta: la siguiente parada era la calle Akrestsina.

Los pusieron a todos con las manos extendidas de cara a la pared. Después de un tiempo, el chico acabó en una celda y, al principio, pensó que las condiciones eran incluso buenas, pero luego se encontró en una celda de seis plazas con 36 personas dentro. No había nada que respirar, y a todas sus peticiones daban una única respuesta: «Ahora os lo damos con un porrazo». Incluso se les prohibió hablar en voz alta. Las ventanas daban al patio: como muchos de los detenidos entonces, Aliaksei escuchó gritos.

El juicio, como en otros casos, duró unos minutos; en el protocolo de su detención, como ya es tradición, no figuraban ni el momento ni el lugar correcto. Como resultado, lo condenaron a 10 días de prisión. Aliaksei reaccionó con bastante calma: «Si me dan de comer, puedo soportarlo». La noche posterior al juicio lo despertaron inesperadamente. Entonces el joven observó una circunstancia extraña: generalmente por la noche se podía escuchar el rugido de los motores de los autos, el ruido de la gente que traían, los gritos. Entonces no había ruido de autos, pero aún se escuchaban gritos afuera. Más tarde, el propio Aliaksei entendió por qué.

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Lo despertaron y le ordenaron que bajara al patio. En el césped del patio había autobuses aparcados de modo que cubrían parte del césped entre el edificio y la cerca. Resultó que no llegaba la luz de las farolas. Le ordenaron ir corriendo detrás de los autobuses y tumbarse en la hierba de cara al suelo. Empezaron a golpearlo: «¡Ahora te demostraremos cómo salir a la calle a exigir cambios! Que no volvamos a verte en el centro de la ciudad». Las fuerzas de seguridad lo obligaron a cantar el himno y lo golpearon. Después de un tiempo, las personas comenzaron a ser liberadas de una en una. Mientras lo conducían a la puerta, lo golpeaban con las palabras: «Te llevamos a fusilar».

Ante los ojos de Aliaksei estaba la puerta de Akrestsina, sus zapatos y la sangre de su cabeza. Pero no tenía miedo, ya se suponía que pronto saldría por aquella puerta. Más tarde, Aliaksei vio imágenes en los medios de esa noche y buscó un charco de su propia sangre en el asfalto.

El empleado que liberó a Aliaksei se despidió de él así: «Ahí está el metro, corre. Si te encontramos en los próximos cinco minutos, reza». Detrás de la valla no había nadie, entonces no había todavía voluntarios. Aliaksei se escapó inmediatamente, escondiéndose de los coches, porque temía que pudieran ser «ellos». El chico tuvo que esperar unas horas antes del primer transporte público. De camino a casa, se desmayó varias veces más y cayó directamente sobre el asfalto. En la epicrisis, los médicos escribirían: rotura de los músculos del muslo izquierdo, lesiones y sangrado del pecho y ambos muslos.

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